martes, 9 de febrero de 2016

Tener miedo está bien

-¿Quién te ha dicho que eres un monstruo? ¿Quién te ha dicho que sentir miedo es algo malo? ¿Quién fue el imbécil?

Era, probablemente, la frase más larga que Molly le había escuchado nunca a Colm desde que lo había robado. Y se quedó sin palabras, como si se las hubiera quedado todas él para poder preguntar aquello. Sin pedir rescate. Sin prisioneros. Sin conferencia de paz.

El asomo de un recuerdo hizo una tímida pirueta en su mente y volvió a esconderse entre bambalinas, como un avestruz cobarde. Había sido Dolor. El de las palabras hirientes siempre había sido Dolor. Le había dicho que nadie los querría, que nadie podría quererlos nunca. Porque eran monstruos, monstruos de los que la gente huía porque les hacían sentir emociones que no querían experimentar, que no sabían manejar, que no querían reconocer que existían. Porque el miedo y el dolor eran sentimientos que les recordaban que eran tan humanos que sangraban, que temían. Que lloraban. Y por eso los odiaban.

Colm se acercó a ella lentamente, como si no quisiera asustarla, cuando hacía un mes que llegaba tarde para eso, con el pánico cundiendo sin cuartel por toda su geografía humana. Por cada cordillera y cada océano. Como un golpe de Estado en su corazón, su medio idiota corazón.

-Tener miedo está bien. No es una maldición, Molly. El miedo es un superpoder. Eres la persona más amable que conozco, y se lo debes a él.

Notó que se le deslizaba una lágrima silenciosa, estruendosa en toda su delatora humedad. La muy chivata.

-Tampoco es que conozcas a mucha gente, la verdad.

Colm se encogió de hombros con su cara de sabio milenario, de abuela de Mulán.

-Supongo que conozco a la suficiente.

Molly tragó saliva y dejó que la lágrima viviera en su mejilla unos cuantos meses de alquiler más, hasta lamerla para que volviera a estar dentro de ella. Suya. Y un poco de él.

-No sé si te lo he dicho alguna vez, Colm, pero eres una aberración de la naturaleza.

Y entonces Colm sonrió. Las sonrisas de Colm eran algo especial. Un regalo. Una revelación. Una mitología entera. Porque en esas sonrisas Molly descubría porqué los griegos estaban tan enamorados del mar, porqué le dedicaban poemas y epopeyas. Todos sus héroes. Porque, poniéndose homérica, para Molly la sonrisa de Colm eran Ítaca y Troya. Casa y guerra. Si se vestía de Tolkien, era lo más cerca que estaría nunca de Rivendel y, si se creía bruja, era como recibir, por fin, la carta de Hogwarts. Todas esas cosas, todas esas referencias, en solo una sonrisa. En toda una sonrisa. Increíble. Desproporcionado. Abarrotado.

-Está bien tener miedo, no pasa nada.

Cuando se acercó a él, poniéndose de puntillas para asomarse a sus ojos, le dio un beso que supo a gracias. A de verdad, de verdad, muchas gracias por reconocerme, por agradecer que existo.
Gracias, gracias, por decir que no pasa nada.

Que está bien.

1 comentario:

  1. Algo se me ha roto por dentro. Creo que es el corazon. O las tripas, quizás, porque a veces las confundo. Pero en el buen sentido. Estoy fangirleando con Molly y eso no puede ser.

    "...en esas sonrisas Molly descubría porqué los griegos estaban enamorados del mar."

    Muérome aquí.

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