sábado, 7 de noviembre de 2015

Lo de París fue...


... lo de París fue amor a primera vista, un flechazo, un: ¡oh, mon dieu, va a darme una apoplejía! Porque de París se pueden decir muchas cosas, miles de cosas, cantidades industriales de cosas, podríamos llegar a pensar, incluso, que ya está todo dicho.

Que no os mientan.

Nunca está todo dicho. Siempre hay palabras, siempre se le puede echar flores. Se las merece casi todas. París se merece vestirse de primaveras, veranos, otoños e inviernos, y es tan presumida que sabe que todas le quedan bien. Quizá lo peor es eso, que lo sabe.

París es tan cara porque sabe que está buenorra y que vale cada euro que te gastes en ella. Porque no se vende barata, nunca lo ha hecho. Es una madame que se sabe preciosa con sus achaques, con su suciedad (que la hay, ojo), que por muy vieja que sea siempre se sentirá joven.

Siempre posando para una postal, siempre lista para una foto.

Y la luz. Se podrían escribir epopeyas sobre esa luz, nunca se pintarán suficientes cuadros. Es mágica. Consigue que todo brille, logra que pensemos, por unos días, que todo saldrá bien, que ella se encarga.

A ver quién es el chulo que le dice que no a París.

¿Qué os puedo decir que no os diga ella? Lo susurra el Sena todas las noches, lo suspira Notre Dame mientras se baña los pies, lo chilla a grito pelao la Torre Eiffel sabiendo que sus venas están hechas de acero, ¡y el Louvre! El Louvre es un laberinto por el que vale la pena perderse mil veces, y aún serían pocas.

Quiero que el Louvre sea mi patronus.

(¿VEIS? ¿Veis como no estoy loca? ¡Es ella!)

Que vale la pena vivir en un mundo en el que existe París.

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